Ya que esta anotación cuadra en el número mágico del amor, me permitiré el extenderme un poco. Que hay que celebrar.
Anoche salí de fiesta, y como era de esperar, el horror llegó en forma de mujer con ganas de arrastrarme hasta cualquier oscura esquina, con aviesas intenciones.
Siendo infiel a mi genofobia, me dejé llevar hasta un oscuro y pegajoso baño de un bar, indudablemente, con el entendimiento nublado a causa del alcohol, pero a medida que este se fue bajando, yo me fui poniendo cada vez más nervioso. Una mano borracha trataba de abrir mi bragueta, mientras unos labios ebrios buscaban algo no especificado por mi cuello.
Gracias a Dios, a Jesús, a Krisna, y a todos y cada uno de los dioses que en esta tierra han sido, unos golpes furibundos en la puerta nos instaban a abandonar nuestra actitud, y a dejsr libres los servicios.
Viendo clara mi oportunidad, alegando en mi defensa la importancia de la buena educación, me aferré a aquellos golpes para, en un hábil movimiento, abrir el pestillo, la puerta, y salir huyendo sin mirar atrás.
Esta mañana, entre resacas, visitas al váter y caldos de pollo, me pregunté qué pensaría aquel hombre que con tanta insistencia quería entrar al baño, al encontrarse a una mujer con las tetas fuera dentro de aque lugar pestilente, gritando "dónde hostia vas", mientras que el hombre que huía, que no es otro que un servidor, gritaba "A donde el sexo no pueda encontrarme!"