miércoles, 25 de enero de 2017

Anotación 68

Hoy he vivido una paradoja genofóbica.

Me he subido a uno de los buses de la línea 15 del transporte urbano de mi ciudad. La conductora, mujer encantadoramente hermosa y hermosamente encantadora, me ha guiñado un ojo al devolverme el cambio de los dos euros que le di para pagar el euro con treinta y dos con el que nos estafa el alcalde.

Y no sólo me ha guiñado el ojo, sino que al hacer el movimiento de entregar las monedas,  nuestras pieles se han tocado durante un breve multidimensional momento. La paradoja viene cuando, debido a este rozamiento, me pongo cachondo.

Y el ponerme cachondo me genera ansiedad.

Pero esta vez, por parafilias siniestras del destino,  la ansiedad me ponía aun más cachondo. Malísimo, me puse.

Concentrándome en las personas repelentes de las asociaciones de padres de los colegios privados,  logré parar aquella locura.

Ahora tengo que salir media hora antes de casa, porque ya no puedo coger la línea 15.

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