miércoles, 16 de diciembre de 2015

Anotación 55

Ah, la vida y sus cosas...

Recuerdo que hace tiempo, por mi barrio había una gitana despampanante. Verdaderamente despampanante. Melena negra, ojos oscuros, cuerpo bonito... hasta podríamos decir que se movía con más elegancia que ninguna mujer que yo hubiera visto antes.

Iba, habitualmente, en compañía de varias amigas, montando jolgorios y algarabías. Ella no. Ella se mantenía al margen de todo aquello, hablando suave, con una voz aterciopelada y dulce que nunca podré sacar de mis oídos.

Pasó, que, al parecer, la gitanilla me echó el ojo. "Roneaba", como dicen ellas, cuando yo estaba delante.

Yo, como los lectores habituales ya sabrán, tiendo a no enterarme de las cosas y a huir cuando me entero, causaba con mi actitud que cada vez las ganas de echarme el guante eran mayores.

Un día, todas las amigas me rodearon. En principio bien. Sólo me echaban en cara que yo no hacía caso a la cachonda de su amiga.

Pero mire usted lo que son las cosas, oiga. Las gitanas se empiezan a calentar. Y cada vez parecen estar más enfadadas conmigo. Y cada vez gritan más. Y yo intento huir. Y ellas me agarran. Una me tira del pelo. La otra me araña. La última me da una bofetada.

Y así, tacita a tacita, me dieron una somanta de hostias que en la vida me han vuelto a dar una semejante.

A ella aun sigo viéndola por la calle. Nuestras miradas se cruzan. La suya se desvía con vergüenza.

La mía, algo desfigurada todavía con los golpes, piensa que menuda pena de genofobia. Que la chica no está nada mal, que tal vez algún día.

Pero a mi me gusta más así. Una chica que me gusta, a la que veo por la calle con la cosciencia serena de que nunca estaremos a menos de 30cm el uno del otro.

A veces se puede llegar a disfrutar mucho de un amor platónico.

Aun cuando sus amigas te intenten matar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario